jueves, 13 de marzo de 2008

El pueblo se encontraba en un amplio estuario, sus viejos edificios de fachadas amarillas no se apartaban de la playa .Y en la playa se alienaban las canoas blancas y azules q venían de nayarit, canoas preservadas oraciones por un revestimiento duro como el nácar y aprueba de agua, cuya fabricación era un secreto de los trabajadores eran canoas altas y elegantes, con pro y popa curvas, y una zona reforzada en el centro donde podía instalar un mástil para llevar una pequeña vela latina.
La playa era de arena amarilla pero, en el borde de agua, la arena era sustituida por restos de conchas y de algas. Cangrejos violinistas asían burbujas y escupían en sus agujeros en la arena, y, en bajíos, pequeñas langostas entraban y salían constantemente de sus estrechos hogares entre la arena y el canto rodado. El fondo del mar era rico en cosas q se arrastraban y nadaban y crecían. Las algas marrones ondeaban en las leves corrientes y la verde hierba anguila oscilaba, y los caballitos de mar se adherían a sus tallos.EL bote manchado, el pez venenoso, se hallaba en lo hondo de los lechos de hierva anguila, y los cangrejos nadadores de tonos brillantes pasaba sobre ellos a toda velocidad
En la playa los perros y los cerdos hambrientos del pueblo buscaban isesantemente algún pescado o algún pájaro marino muertos q hubiesen llegado asta ahí con la marea.
Aun q la marea era joven, el brumoso espejismo ya había aparecido. El aire incierto q magnificaba unas cosas y escamoteaba otras, vendía sobre el golfo así q todas la imágenes eran irreales no se podía confiar en la vista el mar y la tierra tenían las esperas claridades y la variedad de un sueño. De modo q la gente del golfo tal vez confiara en cosas del espíritu y en cosas de la imaginación, pero no.

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